Mejor no digas nada.

Soy una ex adicta rehabilitada por cierto, a las explosiones, a la pasión que me arrasa y me lleva, a dejar que las emociones salgan de la forma que quieran y cuando quieran. Ya no lo soy. Se contenerme, controlarme. He logrado domesticar mi naturaleza; sin embargo echo de menos a esa que yo era. Pienso en que momento quise cambiar, y que razones me llevaron a ello, la conclusión es que todo es una domesticación, no se si obligatoria o voluntaria, pero terminé domesticandome para el mundo o por causa de él,  pero contenerme a decir algunas cosas o hacerlas me hace estar al borde de la resistencia y la deserción, por eso hay una parte de mi a la que no renuncio, a la que no voy a domesticar; de lo contrario moriría en el intento. Intento ser mas paciente, mas racional y, oh! como si fuera gran cosa, escribo. Escribo para mí y no precisamente para ser escuchada. Simplemente escribo para satisfacer mi necesidad de gritarlo todo. Y así fue como todo empezó, cuando  de pronto creí en el amor,  en el poder de la palabra y de la razón. Cuando creí en el poder de la comprensión y del perdón. Cuando creí en el valor de intentar y fallar. Pero sobre todo, cuando creí en el poder de mover montañas.